lunes, 18 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 07 - QUIM: REFLEXIONES DESDE EL OBSERVATORIO

De nuevo en casa: aquí arriba —sin nada que pueda

distraerme— todo

se comprende mejor. Digamos, por ejemplo, el aire: ¿qué

se puede decir del aire? Que está rancio, y que no

es el que toca en esta época. Y que eso no lo sabe la gente

del pueblo: ellos viven del aire y no serían capaces de adivinar

que inhalan y exhalan la misma masa inmóvil

desde hace días. Pero hay más: el modo en que las temperaturas

circulan allí, y el miedo, y la superstición

del dinero y de la existencia, todo eso está girando

sobre sí mismo; y si me lo preguntaran

diría que el pueblo se parece a un microondas gigante. La verdad

es que Carmen ha muerto de eso; aunque también de asfixia

beatífica, como dicen; y también, por dejarlo más claro

ha recibido una presión torácica constante

al menos durante tres minutos, antes de ahogarse. Y aún hay

más: desde aquí arriba también veo las

estrellas. ¿Qué dicen las estrellas? ¿Y qué dice la luna? ¿Explican 

de algún modo las manchas en la piel

de Carmen? Y al mirar nuevamente

hacia abajo, vuelvo a ver dos perros, recorriendo 

los callejones, los suburbios

donde otra vez el pueblo se disuelve en pastizales

quemados. Y más

perros, alrededor del descampado donde antes 

hubo un circo, y ahora

un círculo en la tierra, con la imagen de un pez 

trazada sobre el barro fresco, muy cerca

de las casetas móviles.-

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