lunes, 4 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 05 - BERNAT: PRIMERAS DECLARACIONES

Esos que hacen rugir las motos, esos

no hacen nada más que practicar 

sus miradas; mírelos: lo han aprendido

todo, antes de saber ninguna cosa

útil. Una raya en el cromo puede acabar con ellos. Eso,

o una leve traición en el tono de voz, que delate

sus 17 o 18 años mal disfrazados. Esos no son hombres

que pudieran planear un asesinato; ni mucho menos intervenir

frecuencias paralelas, campos de gravedad — no imaginan siquiera

lo que eso pueda ser. Claro que voy

con ellos, y que se dicen "Los Cabros", hasta es cierto

que soy lo que podríamos llamar su jefe; pero es es algo

que ahora no lo comprendería usted. Apenas

sígame: lo que debe buscar es a alguien como

yo, pero no yo, alguien

que parezca otra cosa, que ordene sin levantar la voz, incluso

sin hablar. ¿Ve usted esos carromatos gigantes? ¿Ve esos

tipos sentados en sus sillas plegables, sobre el terreno ralo, empantanado

por la lluvia de anoche, haciendo como si jugaran

naipes y bebieran? Esos

ya no están allí; o no son ellos, o hay algo que no llego

a entender: ya han desmontado la carpa, y desde hace un par

de días ya no hay función. ¿Por qué no se ha marchado el circo aún?

¿Ve usted a aquél hombre con un anillo, ese a quien los perros

no dejan ni a sol ni a sombra? ¿Sabe quién es? Ahora le pido que olvide

a Los Cabros por un momento, y todas esas historias 

de adolescentes: yo lo conozco y estoy seguro de que usted

también. Pero venga, acompáñeme por el camino comarcal

apenas un instante. Voy a mostrarle algo

que le interesará.





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