lunes, 7 de octubre de 2013

CAPÍTULO 01 - QUIM: LA TEMPORADA DE LAS HORMIGAS HA TERMINADO

La temporada de las hormigas ha terminado; comienza

octubre, y el frío

las hace retroceder, abandonar la crestas

de los rosales al final de la tarde, bajar desganadamente

por los surcos de las encinas, donde la savia todavía conserva su sabor, y

su viscosidad. Ahora buscarán

un refugio seguro, después de otro verano en el que, una vez

más, han salido

victoriosas y multiplicadas, y han llenado sus arcas de la dulzura del

melón y el frescor del tomillo y la

ginesta. El invierno

es un presagio que se deja olfatear en el horizonte; y ellas

—que hace pocas semanas dominaban su mundo 

conocido, como si de la redonda vastedad de una calabaza 

se tratara— hacen llegar el mensaje

hasta los últimos puestos en la avanzada de cada huerta. No hacen 

mal: también nosotros

nos preparamos para la aridez del

Empordà, nos despedimos de ellas como guardamos la regadera y la

azada; sin rencor y sin haber

pretendido reordenar los ciclos, alejarlas, con

plaguicidas, de los frutos —en un ciego 

egoísmo que sólo provocaría su

terquedad en seguir siendo hormigas, además de arruinar la labor del

verano, agregando a las hortalizas

una amargura incomparable. Es por eso que ahora —mientras en las

montañas comienza a silbar la Tramontana

que enloquece a las bestias, y sólo 

los alimoches desafían las alturas con las últimas

fuerzas de las corrientes térmicas— al observar con falsa indiferencia

el repliegue incesante; me pregunto: el fin de la temporada

de las hormigas; ¿nos prepara a nosotros también para el

invierno o, mejor,

para la soledad?








2 comentarios:

  1. Increíble. Un abismarse. Gracias, Aníbal, por este caleidoscopio.

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  2. Gracias a vos, Daniela. Ojalá lo que sigue (que es bastante) no te decepcione.

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